Pedro Figari
(Montevideo, 1861-1938) Pintor uruguayo. Fue un
abogado destacado que impulsó la abolición de la pena de muerte en el
Uruguay e intervino públicamente como diputado, miembro del Consejo de
Estado y presidente del Ateneo de Montevideo. Una de sus preocupaciones
principales fue la enseñanza artística del momento, que él consideraba
inadecuada. Luego de presentar un proyecto referido a la reforma de la
misma, fue nombrado director de la Escuela de Artes y Oficios en 1915.
Sus avanzadas ideas sobre la educación que debía implantarse en esta institución lo vincularon al movimiento inglés Arts and Crafts.
Planteó la formación de artesanos-artistas que no fueran simples
obreros sino creadores pensantes; promovió el trabajo práctico en
talleres y creó algunos nuevos como el de mimbrería. Asimismo intentó
imponer un tipo de diseño que rescatara las formas de la flora y la
fauna nativas, estimulando su conocimiento entre los estudiantes. El
apoyo que recibió para realizar todas estas profundas transformaciones
no fue suficiente y renunció al cargo dos años después de haberlo
ocupado. También escribió ensayos como el titulado Arte, estética e ideal (1912).
En
1917 Figari abandonó todas sus actividades para dedicarse de lleno a la
pintura, pues hasta entonces había sido un "pintor de fin de semana" y
contaba con una obra apenas conocida fuera del ámbito familiar. En 1921
se trasladó a Buenos Aires, donde permaneció cuatro años, y desde allí
viajó a París, ciudad en la que residió nueve años, convirtiéndose en un
atento observador de las vanguardias artísticas que se desarrollaban en
la capital francesa.
Sus
temas nativistas, muy difundidos en la literatura y el arte en la
década de 1920, tienen un carácter nostálgico y onírico y son fruto de
la distancia, ya que la mayoría de estas pinturas las realizó en París:
sus negros, personajes camperos y escenas coloniales estaban muy lejos
del universo parisino que le rodeaba. Las manchas y los colores
expresivos, llenos de vitalidad, dan forma a cuerpos humanos y animales
dotados de una enorme elasticidad. Sus perros, presentes frecuentemente
en los patios coloniales, así como los caballos de las escenas camperas,
parecen seguir con su anatomía las contorsiones de los seres humanos a
los que acompañan.
El colorido y la pincelada en
forma de mancha son dos características que lo emparentan con Van Gogh y
los postimpresionistas, quienes solían distorsionar formas y colores
generando en sus obras un espacio mágico. Los numerosos dibujos que
realizó, como los que ilustran su libro Historia Kiria, muestran
una línea de gran fluidez. En 1933 Figari regresó al Uruguay con una
importante obra después de más de diez años de ausencia.
